
No pretendemos desde aquí contar la vida de este artista, dónde nació, a qué se dedicaban sus padres o quién le regaló su primera guitarra. Para eso está la
wiki (?). Simplemente, compartir lo que nos causa sentarnos, cómodos, a escuchar sus discos, que es lo que realmente importa.
Una de las más bonitas voces que dio la década que se está yendo. Crooner por definición, deudor obligado de Frank Sinatra, Tonny Bennet y, claro, Scott Walker. La referencia a Walker se hace obvia al saber de la amistad de nuestro homenajeado con Jarvis Cocker (Pulp), Thom Yorke (Radiohead) y Michael Stipe (R. E. M.); todos confesos admiradores del enigmático Scott. Pero la música de Richard Hawley es mucho más que la suma de las influencias citadas. Este guitarrista de sesión que un día decidió editar discos en solitario como cantautor relajado, imprime a sus canciones su estilo personal, cargado de sentimientos, melodías bellas y climas etéreos; un golpe directo al alma.
En sus dos primeros trabajos -Late Night Final (2003) y Lowedges (2004)- su dulce voz nos hace olvidar que las canciones reposan sobre una meceta creativa. Sin grandes momentos, el hecho de escucharlo cantar justifica todo.
Para sus últimos dos discos -Cole's Corner (2006) y Lady's Bridge (2007)- Hawley desempolva sus vinilos de Roy Orbison y Johnny Cash para regalarnos sus dos mejores obras y, quizás, de lo mejor de la década. Baladas y rockabilly con la atención puesta en la década de los 50. Canciones con belleza propia, que no dejarían de tenerla de ser cantadas por otro, pero que ganan aun más al ser interpretadas por un Hawley lleno de sentimiento y dulzura.
Un dato que no puede escaparse: todas sus canciones -así como los títulos de sus cuatro discos- son una evocación a su pueblo natal Sheffield. Quizás esto ayude a entender el sentimiento que Richard Hawley imprime a cada estrofa.